¿Habéis escuchado alguna vez esa frase de «los niños de hoy en día cada vez están peor»? Yo si, miles de veces. Y eso que soy joven (si de la gente que se muere con 60 años se dice que es «joven», uno que tiene 44 pues es un chaval todavía). Y es quizás por eso que nunca he compartido esa máxima popular «viejuna» y rancia, porque nunca me he considerado adulto. Adulto oficial, ¿sabéis al que me refiero? Al que está en esa etapa vital al que las personas jóvenes ambiciosas están deseando llegar porque ni de niños ni de jóvenes se les ha tenido en cuenta y pensaban que era por la edad. Que grande era su frustración cuando al alcanzarla veían que se les seguía sin tener en cuenta. Su problema, por tanto, no radicaba en su inexperiencia o desconocimiento sobre las distintas cuestiones que les concerniesen, sino en cargar a cuestas con la maldición social del «pureta sabelotodo frustrado», ignorante, incapaz y arrogante, que para huir de la sensación de fracaso y vacío que alberga en miserable existencia intenta distinguirse con aquello para lo que no hace falta tener ninguna cualidad o habilidad especial y que no necesita esfuerzo alguno, cumplir años.
Otras frases del estilo son: «los jóvenes de hoy en día no tienen respeto por nada», «los niños de ahora están todo el día con la maquinita», «cuando yo era joven sabíamos divertirnos» -esta me encanta, es tan ambigua y aleatoria-, «cuando yo era pequeño y hablaba un adulto me callaba», y un largo etcétera de sentencias a las que se le huele la solera de lejos.
La misma persona que cuando eras pequeño te señalaba de ingenuo e inocente, cuando llegabas a la juventud te decía que te quedaba mucho por aprender, y finalmente, siendo tu adulto, te aseguraba que sólo cuando uno está viéndole las orejas a la muerte comprende de que va la película. La cuestión es que si le echabas cuenta, ibas siempre con una sensación de ser un gilipollas que no se enteraba de nada que para que. Lógicamente cumplir años suele ir dejando cierto poso de sabiduría y experiencia, pero esta nunca debería usarse para distanciarse de otras generaciones o ningunearlas, sino para comprenderlas y ayudarlas. Y bueno, al contrario de lo que opinan muchos, no siempre sucede que sabe más el diablo por viejo. En numerosas ocasiones el que es tonto con 20 años es el doble de tonto con 40 si por el camino no ha hecho nada para remediarlo.
Por tanto pienso que realmente el problema no lo tienen los/as niños/as ni los/as jóvenes. Cada día no van a peor, y la prueba de ello es que la sociedad cada día avanza más y más rápido. Hay quien dice que es por cuatro iluminados superdotados. Me parece una chorrada pensar que toda una sociedad avanza gracias a cuatro gatos. Igual que pensar que España no se ha ido a pique gracias a un Rey (uy, perdón, se me ha escapado el republicanismo). Muchos de los que acusan a las generaciones venideras de los males mundiales, lo hacen apoyados en la barra de un bar a modo de troneras. De hecho, es más que probable que este mundo si dependiera de las decisiones de las generaciones jóvenes, sería un mundo mejor, más justo, más sostenible, más humano. Muchas personas a medida que cumplen años, se va deshumanizando, va perdiendo la esperanza y la alegría de vivir en un mundo mejor y más razonable. Aún así, obcecados en la máxima del “esto se ha hecho siempre así y estamos bien” no son capaces de aceptar otros puntos de vista o maneras de hacer las cosas, más aún si viene de alguien con menos experiencia vital. Sería reconocer que alguien en menos tiempo ha llegado más lejos, ha evolucionado de manera más inteligente. Un duro golpe a su egocentrismo “pureto-rancio”.
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